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En la biodiversidad nacional hay muchos frutos que han sido estudiados pero no aprovechados. Al cacay, un producto con grandes posibilidades de uso, le llegó la hora, y dos paisas están detrás de su comercialización.

Existen el coquito brasileño, el sacha inchi de Perú, la macadamia australiana, y próximamente el mundo conocerá el cacay colombiano, una joya de la corona agraria que básicamente es una nuez de la que se tienen estudios desde hace 60 años, pero que nadie se había atrevido a explorar, explotar y comercializar. Eran los tiempos del presidente Alfonso López Michelsen, entre 1974 y 1978, cuando en un congreso de palma realizado por los industriales del sector, el mandatario habló de que la solución para la producción de aceites en el trópico era este fruto, que crecía en las regiones de la Amazonia y la Orinoquia. Pero nadie lo escuchó y sólo los campesinos e indígenas siguieron usando la planta para alimentarse y extraer un aceite capaz de sanar quemaduras e irritaciones.

De esa historia se enteraron Camilo y Alberto Jaramillo, hermanos gemelos, quienes indagaron sobre las ventajas del cacay y los estudios que existían sobre esta nuez que nadie había intentado masificar: “¿Y esto tan bueno por qué nadie lo ha hecho?”, se preguntaron los ingenieros industriales. Investigaron y descubrieron que las personas que habían trabajado en el pasado con el producto “eran o muy científicas, o muy románticas, pero no había una visión comercial del tema”.

Entonces se toparon con la oportunidad de sus vidas adornada de muchas adversidades: un árbol que demora entre siete y ocho años en dar frutos, aptos para sacar sus nueces (en un solo cascarón hay tres), que tiene hembras y machos (pero sólo las primeras traen el producto) y del que su cosecha silvestre es baja. No resultaba económicamente viable para generar producciones a gran escala, necesarias para abastecer al amplio número de clientes que podía tener, pues se trataba de una nueva nuez en el mercado, salida de la selva amazónica, que se sumaba a las conocidas almendras, pistachos, avellanas o macadamias.

Pero los gemelos de Manizales, especializados en mercadeo, no se detuvieron y comenzaron su carrera emprendedora en 2006, cuando se dieron a la tarea de investigar sobre este árbol, cuya cosecha silvestre se comparte con Perú, Venezuela, Ecuador y Brasil (países con selva amazónica), y encontraron que había mucha incertidumbre comercial por la parte agrícola: poca producción, con mucho tiempo para ver resultados. “Entonces el mayor desarrollo tecnológico que hemos hecho es domesticar la especie, injertarla”, dice Camilo, quien cuenta que empezaron un trabajo de investigación aplicada con injertadores y, después de año y medio en procesos de prueba y error, lograron establecer una producción trienal, con lo que se aceleraron los rendimientos y se garantizó que saliera un mayor número de hembras productivas.

Desde ese momento comenzaron a hacer crecer los viveros y a promover los cultivos. Todos los estudios, la creación de productos y la implementación de maquinaria propia para transformar el cacay se hacía con la compra de cosechas silvestres en Meta, Guaviare, Caquetá y Putumayo. Así fue como empezaron a sustraer aceite y a obtener nueces que podían ser comercializadas en el mercado nacional y mundial.

Y apareció el milagro: un aceite antiedad 100% natural, rico en vitaminas E y F y en retinol, que en palabras de Alberto Jaramillo “nutre, suaviza y repara la piel y el cabello maltratado”. Al extraer este líquido queda una harina “dotada con proteínas, minerales, omegas y fibra, ideal como suplemento alimenticio”. Con ella se prepara leche de almendras que sirve como sustituto de la obtenida de los animales. Entretanto, con las nueces se hacen preparaciones recubiertas con caramelo, chocolate, sal, picante o finas hierbas.

Estos múltiples usos del cacay han hecho que en muchas comunidades se lo conozca como la “vaca vegetal”, pues aparte de la leche que se puede extraer de su fruto, las nueces (de un gran tamaño, comparada con las conocidas en el mercado), son ricas en proteínas, vienen tres en un solo fruto y, como lo han anotado los expertos, generan saciedad.

 

El paso a la masificación

Kahai es el nombre de la empresa que crearon los hermanos Jaramillo para convertirse en los primeros en comercializar los productos sacados del cacay en el país, que ya se pueden ver en una baja proporción en Colombia, “lo que es posible hacer con las cosechas silvestres”, dice Camilo. Pero como el objetivo era conseguir una buena base de suministro para salir con fuerza al mercado nacional y mundial, establecieron 700 hectáreas de cultivo injertado, del que muchas plantas ya llevan año y medio creciendo en un terreno armado en Villavicencio (Meta).

Con este cultivo van a producir 3.500 toneladas de nuez al año y aumentarán su nómina de los 13 empleados que tienen en la actualidad a 40. Pero ahí no para el proyecto. La meta es llegar a 5.000 hectáreas en los próximos cinco años, a través de pequeños productores, ganaderos, estrategias con petroleras (promoviendo reforestaciones productivas) y de plantaciones comerciales, para poder producir alrededor de 20.000 toneladas de nueces anualmente.

 

La preventa es un éxito

La semana pasada se reunieron en Nueva York 600 empresarios colombianos y 400 compradores norteamericanos, convocados por Proexport, para empezar a mirar el mercado y hacer negocios en el marco del tratado de libre comercio entre Colombia y Estados Unidos, que se puso en marcha el pasado 15 de mayo. Allí estuvo Kahai mostrando sus productos, haciendo preventa, anticipándose a los volúmenes que le darán sus 700 hectáreas. Un proceso en el que ya midieron los mercados europeos y asiáticos, donde pudieron validar que había mucho potencial de comercialización.

Llegar a Estados Unidos se convierte en un reto: es el mayor productor y consumidor de nueces en el mundo. Sólo en ese país se comen lo que consume toda Europa. California tiene más o menos 300.000 hectáreas de almendras y 160.000 de pistachos. Pero Camilo y Alberto están tranquilos: “Es difícil innovar porque no con frecuencia salen nueces nuevas al mercado. Nosotros queremos que esto se convierta en el ícono de la biodiversidad colombiana”, dicen mientras cuentan que la aceptación del fruto y del aceite ha sido total en todas las partes donde han presentado el cacay.

“Por un lado, hay una preferencia hacia lo natural. El consumo de nueces está creciendo mucho en el mundo por la tendencia hacia lo saludable, y ésta es una fuente de energía con bajos carbohidratos, ideales para dietas porque generan saciedad. Esta nuez, respecto a otras, tiene una composición nutricional rica en proteínas, minerales, omega y fibra, ayuda al tránsito intestinal, a bajar los niveles de colesterol, es de mucho sabor y tiene un buen tamaño”, manifiestan.

Hasta la macrorrueda de negocios en la capital del mundo, Kahai llegó con la intención de hacer contactos con distribuidores de snacks (alimentos empaquetados), para alcanzar los canales con un producto terminado o surtir a los transformadores de nueces que ya tienen su marca para que innoven dentro de su portafolio con una nueva variedad.

El balance fue positivo. Lo único que les falta es que los árboles comiencen a dar resultados. Y eso será en 2014, cuando las plantas injertadas cumplan tres años, la inversión, que ya sobrepasa los $2.000 millones, comience a dar frutos, y el mundo descubra una nueva nuez que crece, para bien de los comensales, en plena llanura colombiana.

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